Articulo publicado en El Heraldo de Barranquilla, Colombia.
La segregación residencial, aunque a primera vista lo pareciera, no es el reflejo necesario de la desigualdad en la distribución del ingreso. Sociedades desiguales en el ingreso no tienen porqué reflejar dichas diferencias de manera explícita en el espacio geográfico.
Más bien, la segregación residencial exacerba la desigualdad de oportunidades. Las diferencias excesivas en la accesibilidad por localización, coartan el “derecho a la ciudad” y el disfrute del bien público urbano a la escala de la sociedad en su totalidad.
De hecho, y razonando en la dirección contraria, la desigualdad evidente de las sociedades latinoamericanas ha sido asociada en la literatura académica con la falta de una tradición fuerte de tributación sobre la propiedad urbana y rural.
Al tiempo, ha habido una planificación que prioriza la intervención física y estética, mientras que descuida el cambio estructural necesario para la transformación social. Esto último sí se hace en países como Estados Unidos, por ejemplo, a la escala de los condados y áreas Metropolitanas.
El país, la región y la ciudad, están en mora de dar un diálogo que profundice y ponga en práctica la Ley 388 de 1997 sobre ordenamiento territorial. Y que se empiece a poner en el primer lugar de la agenda de discusión nacional el territorio como tal, es decir, los usos y valores del suelo en diferentes escalas con la operación y cooperación de los gobiernos e instituciones relacionadas. Los colombianos lo necesitan.
Fuente: El Heraldo, Barranquilla
http://www.elheraldo.com.co/ELHERALDO/BancoConocimiento/5/5inevitablesegregacion/5inevitablesegregacion.asp?CodSeccion=28
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